Diario de Estambul día 8: Santa Sofía y el sabor de la despedida
19:00:00Nuestro último día en Estambul estuvo marcado por la lluvia, pero también por la emoción de despedirnos de la ciudad con una visita inolvidable a Santa Sofía, uno de los lugares más emblemáticos que ver en Estambul. Paseamos por su inmensa nave, descubrimos mosaicos bizantinos y sentimos el peso de su historia, antes de recorrer el Bazar Arasta, saborear un último almuerzo en el Meşhur Sultanahmet Köftecisi y comprar baklava en Faruk Güllüoğlu para llevar a casa. Entre maletas, tranvías y el trayecto al aeropuerto, cerramos un viaje lleno de leyendas, sabores y momentos únicos.
Un final perfecto para nuestro Diario de Estambul: acompáñanos en esta última jornada.
Como todo en esta vida, todo tiene un principio y un fin, y nuestro viaje a Estambul estaba a punto de terminar. Tras desayunar en el hotel, recogimos las últimas cosas pendientes y preguntamos en recepción el precio de los taxis al aeropuerto (que no nos salía a cuenta) y si podíamos dejarles las maletas hasta el mediodía.
Las condiciones meteorológicas: llovía a cántaros. Como que solo teníamos tiempo hasta el mediodía, decidimos no alejarnos demasiado y aprovechar las últimas horas para visitar con calma uno de los lugares más emblemáticos de la ciudad: Santa Sofía.
Al llegar no tuvimos que hacer nada de cola y entramos directamente. Eso sí, antes de acceder al recinto tendrás que pasar un control de seguridad, enseñar las mochilas. En diciembre de 2023 la entrada era gratuita.
La historia de Santa Sofía es apasionante: encargada por el emperador Justiniano I en el año 537 d.C. como basílica cristiana, fue convertida en mezquita en 1453 tras la conquista de Constantinopla por Mehmed II. En 1935, el presidente Atatürk la transformó en museo laico, y en 2020 el presidente Erdoğan firmó la orden para que volviera a ser mezquita activa, con la primera oración celebrada el 24 de julio de 2020.
En la actualidad, en 2025, Santa Sofía en Estambul sigue cumpliendo su papel religioso como mezquita, aunque la entrada ya no es gratuita para todos los visitantes. El acceso libre se mantiene únicamente para los fieles musulmanes que acuden a rezar, mientras que los turistas deben adquirir entrada y su recorrido se limita a la galería superior. Desde allí aún es posible contemplar los célebres mosaicos bizantinos, la grandiosa cúpula y disfrutar de una de las experiencias culturales más emblemáticas que ver en Estambul.
Antes de entrar a la nave debes quitarte los zapatos y, si eres mujer, cubrirte la cabeza con un pañuelo. Lo dejas en uno de los casilleros junto a la Puerta Imperial, coronada por un mosaico con una Maiestas Domini flanqueada por la Virgen y el arcángel Gabriel, y con el emperador León IV a sus pies.
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| Punto de acceso a la nave principal y donde deberás dejar tus zapatos |
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| Mosaico que corona la Puerta Imperial |
Al cruzar la puerta te encuentras con la gran nave sin columnas, de dimensiones que son difíciles colosales. Entre los elementos otomanos destacan las lámparas de araña, el quiosco elevado de los sultanes, los medallones colgantes y la biblioteca.
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| Detalle de los medallones y el quiosco elevado |
En el ábside central, unas lonas blancas cubren el mosaico de la Virgen con el Niño. En época otomana se añadieron el Mimbar y el Mihrab.
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| Detalle del ábside central |
Si alzas la vista, la cúpula de Santa Sofía impresiona con sus 30 metros de diámetro, 56 metros de altura y 40 nervios que descargan el peso en pilares ocultos.
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| Cúpula central de Santa Sofía |
Paseamos largo rato por la nave, haciendo fotos y absorbiendo su esencia. Nos quedamos con las ganas de subir al primer piso, pero en ese momento no estaba permitido.
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| Estar en Santa Sofía fue una experiencia inolvidable |
Al salir, fíjate en el mosaico, del siglo X sobre la puerta exterior: la Virgen, flanqueada por el emperador Constantino, que le ofrece la ciudad de Constantinopla, y por Justiniano I, que le entrega la Basílica de Santa Sofía.
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| Mosaico de la Virgen con Constantino y Justiniano |
El tiempo seguía lluvioso, así que intentamos visitar el Museo de los Mosaicos del Gran Palacio, pero estaba cerrado. Optamos por el Bazar Arasta, donde compramos recuerdos y tomamos un té turco para entrar en calor.
Comimos temprano en nuestro restaurante favorito: el Meşhur Sultanahmet Köftecisi, del que ya hablamos en el día 3 del diario.
Después hicimos parada en la pastelería Faruk Güllüoğlu, donde compramos cajas de baklava para la familia y para nosotros. Es un lugar imprescindible si quieres probar los mejores dulces de Estambul.
De vuelta al hotel recogimos las maletas y nos dirigimos al aeropuerto. Cogimos el tranvía hasta la plaza Aksaray, donde tomamos el autobús de la compañía Havaist. El trayecto dura 1h15 y es la forma más rápida y económica de llegar.
Una vez en el aeropuerto nos hicieron pasar 2 controles de seguridad. Uno en la entrada que simplemente era pasar las maletas sin sacar ni líquidos ni aparatos electrónicos y un segundo control que sería el control convencional. A continuación fuimos a pasar el control de pasaportes para que nos sellaran la salida del país.
En el aeropuerto pasamos dos controles de seguridad y el de pasaportes. El vuelo salió con retraso, lo que complicó nuestra escala en Frankfurt. Allí vivimos una auténtica odisea: correr por un aeropuerto enorme, pasar controles adicionales y llegar ahogados a la puerta de embarque, donde las azafatas nos esperaban preocupadas.
Tal y como comenté en el post de consejos para viajar a Estambul, evita si puedes hacer escala en Frankfurt, ya que cualquier retraso convierte la conexión en una trampa.
Con esta visita a Santa Sofía, un paseo por el Bazar Arasta, un último almuerzo en el Meşhur Sultanahmet Köftecisi y la compra de baklava en Faruk Güllüoğlu, pusimos fin a nuestro Diario de Estambul.
Han sido 8 capítulos llenos de historia, leyendas, sabores y experiencias que espero te ayuden a organizar tu viaje a la ciudad de las mil maravillas. Estoy segura de que, como nosotros, volverás fascinado y con ganas de repetir.
Así cerramos nuestro Diario de Estambul: una aventura que cruza continentes y deja huella para siempre.






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